domingo, 9 de marzo de 2014

Demasiado amor...


Sé todo sobre tabaco y adicciones, sé perfectamente lo que es una adicción. Y no, lo mío no es una adicción al sexo, lo mío es otra cosa. Hay que entender la lógica de la adicción. El adicto cree que su abstinencia termina cuando consume la sustancia a la que es adicto, pero en verdad, en el momento en que termina de consumir ese cigarrillo, se empieza a generar la abstinencia, que irá creciendo hasta volverse insoportable. Esa es la lógica de la adicción: el bálsamo que calmará tu abstinencia, es lo que en realidad te está generando más abstinencia.


Al principio es como un susurro, después es como una picazón en las manos, y al final, es como un grito. El monstruo se vuelve a despertar, y está hambriento.


Las adicciones son difíciles de cortar porque no las vemos como un problema, sino como una solución. Al tabaco, al alcohol, a la comida, a una mala relación, a la adrenalina o al maltrato... sea la adicción que fuere, todas nos garantizan algo: por un rato, vamos a dejar de sentir ese dolor profundo que llevamos siempre como una cruz.

Uno cree que la adicción tiene una fuerza más poderosa que la voluntad. En realidad el adicto sí tiene fuerza de voluntad. Tiene la voluntad de no sentir ese dolor profundo en su alma.

El adicto sabe muy bien lo que pierde, pero también él, y solo él, sabe lo que gana: una emoción tan fuerte que lo deja aturdido, anestesiado. Todos los adictos tenemos algo en común: todos tenemos demasiado dolor. 





Noah es un experto en adicciones. Hijo de un tabacalero, sabe muy bien de eso. Hoy Noah me regaló una enseñanza: todos los adictos tienen algo en común: demasiado dolor. Y yo sé que ahí donde hay demasiado dolor, hay demasiado amor.

Demasiado amor puede ahogar, puede anular. Amar demasiado, o ser demasiado amado, puede ser tan peligroso como no amar, o no ser amado. Pero siempre ahí, donde hay dolor, hay amor.Demasiado amor. Y por eso duele.

Ahora comprendo mi error, me había enfocado en la adicción de Noah, y no pude ver su dolor. Cuando un humano sufre, no hay que preguntarle "¿qué te duele?" sino "¿quién te duele?" porque detrás de un gran dolor siempre hay un gran amor.

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